Francis Charwik, se convirtió en la primera mujer que cruzó a nado el Canal de la Mancha. Ese mismo año, en 1951, intentó un cruce algo menos difícil, de la isla Santa Catalina a la costa de California, no lo logró, a unos quinientos metros de la meta se rindió, no porque el agua estaba fría, ni porque estaba infectada de tiburones, ni siquiera porque estaba cansada, después de nadar quince horas de corrido, se rindió porque la neblina llegó, y le impidió ver su meta, no sabía hacia dónde estaba nadando, cuando le preguntaron qué pasó, ella contestó:
-No tengo excusa alguna, sinceramente perdí el rumbo y no sabía hacia donde estaba yendo, si alguien me hubiera dicho que estaba tan cerca de la meta hubiera seguido nadando -
Unas semanas después lo intentó otra vez, la neblina llegó, pero siguió adelante hasta completar la hazaña en un tiempo récord, dos horas menos que cualquier otro ser humano que lo había intentado antes, porque ahora ella ¡sabía dónde estaba!
No importa lo que nos han dicho, no importa lo que te han profetizado, lo que importa es que sepas donde estás, adonde vas y QUIEN TE ACOMPAÑA.
Un día Jesús se metió en una barca con sus discípulos y les dijo: “Pasemos al otro lado”.
En medio de las tormentas hay que moverse:
Cuando el Señor nos dice que tenemos que movernos para hacer algo, eso conllevará alguna contrariedad, porque sabemos que cuando servimos a Dios, va a haber luchas. Sin embargo cuando no conocíamos al Señor también las había, sólo que ahora es más fácil sobrellevarlas PORQUE ÉL ESTÁ EN LA BARCA CON NOSOTROS. Cuando estaban en el mar, se levantó una gran tempestad, parecía que se iban a hundir.
La angustia nos alcanza porque siempre “nos parece” que nos vamos a pique, que no hay nadie que nos pueda ayudar, que ya no hay más nada que hacer. Por eso Jesús nos dejó esta enseñanza: “muévanse”, “busquen la salida, porque si la buscan la van a hallar”, estas no son palabras para aplacar un poco las crisis de nuestra vida, son sus promesas que nos dicen:
“Cuando pases por las aguas, Yo estaré contigo, cuando cruces por los ríos, no te cubrirán sus aguas”.
Hay dos verbos que nos hablan de movimiento: pasar y cruzar. O sea tienes que atravesar la situación para aumentar tu fe y luego vas a pisar la tierra firme, porque habrás aprendido a vivir por la revelación de Dios y no por tus emociones.
El Señor no manda las tormentas, sólo las permite:
Si él decide “llevarnos al otro lado” es porque allí va a haber algo para nosotros, Y SI VAMOS CON Él SEGURO QUE VAMOS A LLEGAR. Jesús no les habló del proceso que iban a vivir antes de llegar, él estaba probando su fe.
¿Por qué Dios permite la tormenta en nuestras vidas? Porque quiere formar fe en nosotros.
Dios siempre quiere formar algo con las tormentas de la vida.
Los discípulos se empezaron a desesperar, eso habla de que todavía no conocían a Su Señor, sólo lo seguían. Hay una gran diferencia entre una cosa y la otra. Se delataron en la pregunta que le hicieron: ¿Maestro no tienes cuidado que perecemos? Eso suena a: “¿No te importa que nos muramos?”.
Jesús los estaba moldeando dentro de la barca, les estaba diciendo que no tenían que escuchar las voces internas que ellos tenían, de duda y de inseguridad. Él los estaba validando, les estaba diciendo “Que todo lo podían en Él”; que mientras estuvieran cerca suyo podrían vencer cualquier obstáculo.
La autoridad de Cristo en tu vida hará callar cualquier tormenta:
Para Él, reprender la tempestad de nuestra vida es algo sencillo, pero nos QUIERE CERCA DE ÉL, nos está entrenando para que desarrollemos la autoridad que él mismo nos delegó, para pararnos en medio de cualquier situación, y decirle al problema: “Cállate, enmudece”. Él quiere que hagamos más discípulos, pero no podremos formar a nadie, si no pasamos ni siquiera el primer nivel de fe.
Qué bueno sería que nuestro amado Señor, nunca nos tuviera que preguntar:
¿POR QUÉ TIENEN TANTO MIEDO? ¿TODAVÍA NO TIENEN FE?
Siempre es mejor estar en la barca con él, que haciendo cualquier cosa lejos de él. Para él nuestros problemas son insignificantes, pero quiere que nosotros los veamos también así.
En aquel tiempo, cuando un barco salía y se levantaba una tormenta, siempre se volvía al punto de origen, pero ahora Jesús está en el barco y ahora no volvemos más atrás, ¡ahora seguimos adelante en medio de la tormenta y llegamos al otro lado!
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