domingo, 28 de octubre de 2012

NUESTRA PLENITUD VIENE DEL CIELO

La mayoría de nosotros tenemos la tendencia a hacernos expectativas sobre los demás. Muchas veces decimos: “Cuando me case, mi príncipe azul me va a tratar como una reina, me va a amar por siempre y va a cuidar de mí”, “Mis hijos son los mejores, ellos van a cuidar de mí cuando ya no pueda valerme por mí misma y van a valorar todo lo que hice por ellos”, “En este trabajo sí van a apreciar mis capacidades y me van a tratar como me merezco”. Al no cumplirse lo que esperábamos de los demás, nos desilusionamos y sufrimos.
El punto aquí es que no podemos ni debemos esperar que los demás llenen nuestras expectativas o satisfagan nuestras necesidades, porque TODOS fallamos; cada uno busca egoístamente su propio bien sin importarle el bienestar de los demás.
El único que puede llenar y cumplir TODO en nosotros es Dios, nuestro Padre celestial, el cual nos ama incondicionalmente; Él es el único que nos conoce perfectamente y sabe de qué tenemos necesidad aun antes de que se lo digamos o lo pidamos. Sólo Él le puede dar sentido a nuestra vida. Sólo Él puede darle un propósito a nuestra vida.
Los seres humanos fallamos; por eso, es una necedad esperar lo mejor de los demás, o pretender que el éxito y la felicidad vengan de los demás. Es Dios quien le da sentido, dirección y propósito a nuestra vida. Debemos anhelar ser llenos de Su presencia cada día, porque en Su presencia “hay plenitud de gozo; delicias a su diestra para siempre”, Sal. 16:11

Nada falta a los que confían y esperan en Él, porque nos ama con amor eterno; por tanto, sus ojos y sus oídos están cercanos a nosotros para llenar los vacíos de nuestro ser. Él desea tomarnos de la mano y ayudarnos a recorrer el camino diario de la vida, enseñándonos que la verdadera plenitud no depende de los demás, sino de tenerlo a Él en nuestra vida y hacerlo nuestro eterno acompañante y guía, nuestro TODO.

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