Normalmente cuando estamos atravesando por determinada crisis, las fuerzas y el aliento parece que se nos perdieran; entonces, empezamos a sentir que se nos adormece no sólo el alma y el espíritu sino también el cuerpo. Nos dejamos llevar por este sentimiento de desánimo y de un momento a otro podemos caer en el error de anular la posibilidad de levantarnos, para adorar y alabar a Dios nuestro amado Padre Celestial. Por otra parte, cuando estamos en momentos de gozo es muy fácil levantar nuestras manos para rendir adoración al Señor, de repente nos volvemos más sensibles a su voz y al toque de su Espíritu Santo y todo lo que hace parte de nosotros cobra fortaleza y valor para enfrentar cualquier situación, ¿qué difícil puede ser sonreír y tener fe cuando todo marcha bien a nuestro alrededor?
Es obvio que a Papito Dios le encanta que le adoremos con el corazón, pero no necesariamente con un corazón feliz sino confiado en su amor y misericordia a pesar de cualquier circunstancia. He podido comprobar cómo la fe y el poder sobrenatural de Dios, se activan en medio de la tribulación cuando decido cantarle y buscarle aunque el agotamiento espiritual, emocional y físico pareciera más fuerte que mi fe. En una ocasión llegué a sentirme tan sola que hasta pensé que Dios se había olvidado de mí, no creo que sea tan anormal este sentimiento en un momento de dificultad. Sin embargo, en medio del quebranto escuché una dulce voz que me dijo: “Nunca te dejaré sola, yo siempre estaré contigo” era el Espíritu Santo de Dios. Comprendí entonces que Él no nos abandona, somos nosotros los que decidimos apartarnos de su presencia, por eso llegamos a sentirnos tan mal.
El Señor en ese instante no tuvo en cuenta mis pecados, tuvo en cuenta la necesidad que tenía de Él, así que cualquiera que sea la tribulación por la que estés pasando, no temas porque Él está contigo, no te angusties porque Él es tu Dios quien te fortalece y te ayuda, Él te sostiene con su diestra victoriosa. (Isaías 41:10). Él nunca te dejará, nunca te abandonará. (Josué 1:5).
Cuando entendí esto, inmediatamente y aún sin fuerzas me puse a cantar para el Señor y no es que tenga una voz artística; para nada, pero empecé a clamarle y a alabarle con el corazón aún en medio de la tristeza y el dolor. Es inexplicable lo que se siente, tienes que comprobarlo por tu propia cuenta, el poder de Dios se experimenta de una manera tan especial que no quisieras que ese momento acabara, es un tiempo que edifica, exhorta, anima, levanta y fortalece.
En todo tiempo alaba a Dios, no importa por lo que estés pasando, Él inclinará sus oídos y escuchará tu clamor. Cobra valor y aún en medio de la tribulación alaba al Señor, verás su rostro resplandecer sobre ti, Él te levantará y reconfortará tu alma.
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