Un rey recibió como obsequio dos pichones de halcón y los entregó al maestro de cetrería para que los entrenara.
Pasados unos meses, el instructor comunicó al rey que uno de los halcones estaba perfectamente educado, pero no sabía lo que le sucedía al otro; no se había movido de la rama desde el día de su llegada al palacio, a tal punto que había que llevarle el alimento hasta allí.
El rey mandó a llamar sanadores de todo tipo, pero nadie pudo hacer volar al ave. Encargó entonces la misión a miembros de la corte, pero nada sucedió. Por la ventana de sus habitaciones, el monarca podía que ver que el pájaro continuaba inmóvil. Difundió al final el problema entre todos sus súbditos, y a la mañana siguiente, vio al halcón volando ágilmente en los jardines.
Traedme al autor de ese milagro, dijo. Enseguida le presentaron a un campesino. “¿tú hiciste volar al halcón? ¿Cómo lo hiciste? ¿Eres mago, acaso?”
Entre feliz e intimidado, el hombrecito sólo explicó: “no fue difícil, su alteza: sólo corté la rama. Entonces el pájaro se dio cuenta que tenía alas y se largó a volar…”
Sin darnos cuenta, a veces vivimos atados, aferrados o agarrados a muchas cosas, de las cuales no nos queremos soltar. La pregunta sería entonces: ¿Qué cosas nos atan al punto de no permitirnos vivir una vida en libertad?
Cuando algo nos está aprisionando, nos está asfixiando es porque estamos obedeciendo al alma y no al espíritu. El alma que es nuestra personalidad, es inestable y quiere gobernar nuestro ser y termina aprisionando al espíritu, lo ahoga y lo ata. Por eso cuando tenemos problemas emocionales nuestro espíritu es aprisionado y no podemos adorar, orar, ni servir a Dios con libertad.
Nos atamos a las personas
a- Vivimos para los demás: Nos dijeron: “Naciste para darte a los demás”, “Tienes que sacrificarte porque otros te necesitan”.
b- Pasamos desapercibidas: Aprendimos: “No es bueno que una mujer se haga notar mucho”, “Mejor calladita”, “que no hable mucho.”
c- Tus deseos no son importantes: “Primero debes satisfacer los deseos de los demás y después los propios.” ¡Cuántas veces dejaste tus deseos por satisfacer el de los demás! ¡Cuántas veces quisiste comprar algo pero primero lo hiciste para otro y tú quedaste para el final! Mujeres que han dejado sus carreras universitarias al casarse y se quedaron sin poder terminar aquello que con tanto entusiasmo habían empezado; luego vinieron los hijos y fueron postergándose por tiempo indefinido. Se llegaron a olvidar de sí mismas porque “supuestamente” los deseos de ellas no eran tan importantes.
4- Quedar bien con todo el mundo. Parece que siempre tenemos que sonreír, quedar bien con todos, poner paz a cualquier precio, en todo momento y tratar que nadie se enoje con nosotras. Debemos ser libres de los modelos negativos.
Nos atamos al sufrimiento
Decimos: “nací para sufrir”. Creemos que si las cosas se dan fácilmente no son de Dios, sino seguramente de parte del enemigo, en cambio si vienen medio complicadas son divinas, porque existe el complejo del sufrimiento. Un hombre que fue un famoso psiquiatra judío, que padeció un montón de cosas en los campos de concentración nazi, un día dijo:
“No es el sufrimiento en sí mismo el que hace madurar al hombre, es el hombre el que da sentido al sufrimiento”.
Este hombre realmente que tuvo toda la autoridad para hablar del dolor, nos enseñó que el sufrimiento puede producir dos reacciones en nosotros, nos puede llevar a ablandarnos más o a endurecernos más, somos nosotros quienes decidimos qué elegir hacer.
Por eso nuestro bendito Salvador decidió llevar sobre sí todo el dolor, para que tú y yo, hoy seamos libres, o sea, no nos atemos más a él, más bien lo transformemos en algo que realmente valga la pena. Por eso la Biblia dice:
“Más él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por sus llagas fuimos nosotros curados”.
Debemos darle un sentido al sufrimiento: “cambiar el pozo de lágrimas en una fuente donde otros puedan venir a beber”.
Nos atamos a la pasividad:
Como el pichón de halcón que estaba aferrado a la rama, él estaba muy cómodo allí, no tenía voluntad para volar por eso alguien tuvo que ir a “cortarle la rama” para que empezara a volar.
Quizás digas: “Estoy conforme con lo que tengo”, “Lo que logré en la vida ya está bien, ¿para qué quiero más?”, “No me digas que haga algo distinto, todo lo logré con mi esfuerzo, con mi trabajo y quiero mantenerlo.” Son mujeres que viven con mentalidad estancada, disfrutan de la vida, tienen momentos buenos pero esperan que los cambios lleguen desde afuera hacia adentro porque ellas no pueden producirlos desde adentro hacia fuera.
El peor engaño para una mujer es creer que su vida llegó al punto máximo.
Cuando éramos niñas y nos preguntaban qué queríamos ser de grande, decíamos arquitecta, médica, actriz, de todo. Tal vez lograste lo que querías ser y piensas: “Ya llegué, y ¿para qué más?” Todos los días debemos preguntarnos: “Qué quiero ser” para no entrar en la mentalidad de estancamiento.
Dios dice: “Un largo camino te espera, seguí adelante, porque en los próximos años habrá más gloria, la que aún no viste.”
Descubrirás que hay muchas cosas dentro de ti que aún no soltaste.
Una mujer que deja de creer en los demás es porque primero dejó de creer en sí misma.
Si dejaste de creer en tu potencial, en tus deseos, en tus sueños, es porque anulaste una capacidad dada a todos los seres humanos y así no podrás creer en nada ni en nadie.
¡No te conformes con lo que lograste, te espera algo grandioso!
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